Efectivamente, 2600 metros más cerca de las
Estrellas. Esa es la magia que seduce en la Media Maratón de Bogotá y este año
por su puesto no fue la excepción.
Es mañana de domingo 30 de julio de 2017. El día
está un poco nublado, se siente una suave brisa impulsada por un tímido viento.
La función empieza desde muy temprano en el parque Simon Bolívar. Poco a poco
el espeso verde del parque se empieza a teñir
del rojo de las camisetas de miles de atletas que hacen su arribo. Aquí no hay espacio para tristezas, todo es alegría, el común denominador es el entusiasmo.
Mi esposa (Yasmin), su sobrino (Oscar), nuestra amiga (Elsa) y
este humilde servidor nos damos cita a las 8:30am. Como es de costumbre mi
esposa gestiona la rigurosa sesión de fotos antes de partir. Ahora el reloj
marca las 9:00am, los ánimos se agitan. Cada atleta busca su mejor posición en
la grilla de partida lo cual resulta difícil de hacer con 45000 corredores a
bordo.
La partida es a las 9:30am. Las líneas de
partida están tan llenas que no hay espacio para dar un solo paso. El espacio
que ganas es por los empujones de la multitud. Se escuchan gritos de euforia,
gritos de alegría. Se abre la puerta y la estampida es tan brutal que sin darme
cuenta resulto en gramilla del parque. Como puedo gano el espacio suficiente
para quedar un poco más cerca de la línea de partida. Después de los actos protocolarios
y sin más preámbulos suena el disparo de salida.
Ya no hay marcha atrás, ahí estamos a 2600
metros de altura, con menos aire y con más presión atmosférica pero con el
corazón lleno de alegría y con la expectativa de mejorar el tiempo del año
anterior. En cuestión de minutos la mancha roja se alarga estrepitosamente por
la calles de la ciudad. Los primeros kilómetros
son difíciles, no hay espacio para avanzar, todos quieren adelantar, hay
desborde de energía, se hace difícil encontrar el ritmo, pero a medida que
pasan los minutos las pulsaciones se
incrementan y el paso de muchos atletas empieza a tomar su ritmo natural y esto
genera mas espacio para encontrar mi paso planeado durante los entrenamientos.
Por la experiencia del año anterior sé que los
primeros seis kilómetros son de sumo cuidado. Para esta ocasión planee un ritmo
promedio de 8 min/milla para esta parte de la carrera. Mi objetivo es llegar a
la parte plana en buenas condiciones. Entrados en el kilómetro cuatro me siento
bien y mi ritmo natural de 8min/milla empieza a ser constante, las pulsaciones
marcan alrededor de 168 ppm, esto me motiva. Una vez entro en terrenos del kilómetro siete reviso mis condiciones
físicas y me siento muy bien, incremento la velocidad a un promedio de 7:30
min/milla, entonces veo que si es posible lograr el objetivo de cruzar la meta
en menos de 1:45:00.
Los kilómetros pasan y mis condiciones físicas
siguen de maravilla. Mi ritmo se sostiene alrededor de los 7:40 min/milla y el
ritmo de pulsaciones se mantiene estable alrededor de las 170 ppm. Empiezo a
rebasar un buen número de atletas que quizá cometieron el mismo error que
cometí el año anterior (arrancar muy rápido y tratar de rebasar muchos atletas
durante los primeros kilómetros de competencia).
Apenas cruzo el kilómetro once decido recargar energía con mi
acostumbrado bocadillo beleño, esto me da un extra de motivación. En el
entretanto los transeúntes no ahorran energía para apoyar a la multitud roja,
se escuchan gritos de apoyo, se ven carteles con diferentes frases de
motivación tales como “Me gustas porque tienes aguante, llámame”.
Aquí vamos, kilómetro 18 y seguimos regios,
pulsaciones alrededor de 175 y paso estable de 7:45 min/milla. El volumen de la
algarabía sube, a lo lejos se escucha el sistema de amplificación que da la
bienvenida a los atletas en la línea final. Mi corazón palpita de alegría al
ver que puedo pasar la meta superando mis propias expectativas. Ultimas curvas
y ahí está esa gigante rueda del parque de atracciones el salitre, incremento
mi paso, sé que estoy a menos de 1 kilómetro y en cuestión de pocos minutos
levanto mis manos, Doy gracias a Dios y
cruzo la tan anhelada grilla final en 1:42:43. Ahora solo queda recibir la
medalla y esperar a que mi adorada esposa haga lo propio.
Una vez en el punto de encuentro el segundo en
llegar es Oscar, quien apenas se estrena en la carrera de 10K, su cara refleja
alegría combinada con un tono de cansancio, logró cruzar la línea en 55 minutos,
lo cual es un excelente tiempo, después llega Elsa, su tiempo es estupendo (2:13:00),
con su sencillez que la caracteriza no hace alardes de su tiempo, solo se
limita a decir “No sé en cuanto la hice”
Pocos minutos después hace su aparición mi
hermosa esposa, como siempre sonriendo y haciendo chistes y como también es usual, no parece que acabara
de terminar media maratón, su apariencia denota solo frescura y alegría.
A renglón seguido viene la segunda sesión de
fotografías. Y colorín-colorado, esta carrera se ha terminado. Ahora es solo
una más que entra a formar parte de la historia de 45000 personas que
valientemente decidieron desafiar sus propios límites a lo largo de 21 kilómetros en
las maravillosas y agitadas calles De Bogotá.
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