Por aquellas coincidencias de la vida las que
yo llamo Dios-cidencias, estuve justo ahí en el momento indicado y en el lugar
indicado.
Por motivos laborales nos trasladamos a vivir a
Inglaterra y justo el primer domingo que llevo a mi familia a dar una caminata
por las maravillosas calles de Londres, está en pleno furor el mundial de
Atletismo 2017, lo cual me vine a enterar solo cuando me vi justo ahí al frente de la línea
de llegada.
Sin planearlo tanto dejamos de ultimas la
visita al emblemático y legendario Tower
Bridge. Después de tener un delicioso y ameno almuerzo familiar en uno de los
restaurante apostados sobre rivera del rio Thames, seguimos la caminata hacia
el Tower Bridge. A medida que nos acercábamos sentíamos mas dificultad para
caminar por la multitud de gente que crecía cada vez más. Ya parados sobre el
puente advertimos que algo estaba pasando en el otro extremo, se hacía casi
imposible caminar. Con paciencia y con algunos apretujones logramos tomar
algunas fotografías en nuestro recorrido a lo largo de esta maravillosa obra arquitectónica.
Apenas cruzamos la mitad del puente advertimos la presencia del periodistas y
cámaras por todos lados. Efectivamente al fondo se encontraba aquello que
tantas veces hemos cruzado justo cuando nuestros cuerpos esta en sus máximos
limites, la línea de llegada.
Muy rápido nos dimos cuenta que se trataba de
la Maratón de mujeres. Mi corazón incremento sus pulsaciones y seguramente que
mi rostro no pudo ocultar la felicidad que sentí. Pocas veces se tiene tan
generosa oportunidad. Como pudimos nos fuimos acomodando lo más cerca posible
con tan buena suerte que quedamos a tan solo 5 o 7 metros de la línea de
llegada. Una vez en posición abrace la barda que separa los espectadores de la
calle de los atletas y lo único que dije fue “De aquí no me mueve nadie”
faltaban alrededor de 45 minutos para tener el privilegio de ver llegar la
primera atleta. Como es normal por estos tiempos, la primera en hacer su arribo
debía ser de piel oscura y de alguno de esos países africanos como Kenia,
Etiopia que produce campeones por montones. A medida que pasaban los minutos la
euforia crecía y la cantidad de espectadores se hacía cada vez más grande.
Al fondo se escuchaba la narración al parecer
de unos periodistas que seguramente estaban transmitiendo el evento por alguno
de los tantos canales de TV que estaban ahí presentes. Mientras los minutos
pasaban la voz de los periodistas subía de tono y por su puesto nuestras ansias por ver llegar estas estupendas atletas también crecía.
Cuando la pantalla marcaba 2 horas 20 minutos todos periodistas
empezaron a colocar sus cameras y sus equipos en posición, nosotros también hicimos lo propio. Mi esposa seria la
encargada de las fotografías y nuestra hija y yo haríamos el video, mientras nuestro hijo se dedicaría a disfrutar del experctáculo. Cientos de
lentes enfocaban su mirada hacia ese mágico punto llamada “finish line” o línea
de llegada. Para quienes hemos tenido ese maravilloso privilegio de cruzar esa
mágica línea después de recorrer 42
kilómetros, sabemos lo que eso significa. Sabemos que cada vez que estamos ahí
hemos librado y ganada una batalla cuyos réditos son visibles solo para quienes
lo han vivido. El cronómetro esta en 2:26 y los gritos y los aplausos son
incontenibles, cientos de cámaras y teléfonos están encendidos. En la grilla de
llegada solo hacen presencia las dos personas que sostienes la cinta de la
victoria y como si fuese un rayo victorioso hace su aparición y efectivamente
es de piel oscura, se trata de la Bahreiní
“Rose Chelimo”, de origen Keniano, Metros antes de cruzar la línea parecía un super
humano, sus fuerzas parecían intactas, su paso arrollador, su mirada profunda,
pero apenas tocó esa mágica cinta de victoria, regresó el ser humano y vimos
entonces la mujer, dejó ver su verdadero “yo”, ahí estaba. Su
cuerpo ahora denota cansancio, sus pasos no parecen congruentes, su cara deja
ver la alegría del triunfo, desgrana en llanto, en risas, alguien allegado le
alcanza la bandera de su país y se arropa con ella, camina en todas las
direcciones casi que en estado inconsciente, cada movimiento que hace parece no
tener control. No es para menos, pues la segunda y la tercera entran tan solo a
7 segundos, la cuarta atleta entra tan solo 16 segundos detrás de ella, hasta
el último kilómetro estaban todas en grupo, ganar no fue fácil.
El segundo lugar es para la Keniana Edna Kiplagaty y el tercero para la Norte Americana Amy Cragg que fue quizá la sorpresa del día. Esta última lucia demasiado conmovida, su cansancio era realmente visible pero más grande su emoción. Una vez cruzó la línea entro en descontrol total, se desgrano en llanto, se lanzo al piso, caminaba en todas las direcciones ondeando con orgullo patrio la bandera de su país, me dije para mis adentros, “cualquier cosa que esta atleta haga para festejar es válido”, pues es la mancha blanca entre las primeras 8 atletas. En la cuarta posición entra la Keniana Flomena Cheyech, lucia disgustada y cansada, pues perdió la posibilidad de estar en el Podio por tan solo 9 segundos, que a simple vista parece poco, pero cuando esos 9 segundos han estado precedidos de 42 kilómetros de competencia, son realmente una eternidad. El quinto lugar fue especial, no por su resultado, sino por su celebración. Fue la única atleta que al cruzar la línea se puso de rodillas y por unos cuantos minutos, miro al cielo y elevo una oración a Dios. Este hecho me sorprendió y conmovió mi corazón.
El segundo lugar es para la Keniana Edna Kiplagaty y el tercero para la Norte Americana Amy Cragg que fue quizá la sorpresa del día. Esta última lucia demasiado conmovida, su cansancio era realmente visible pero más grande su emoción. Una vez cruzó la línea entro en descontrol total, se desgrano en llanto, se lanzo al piso, caminaba en todas las direcciones ondeando con orgullo patrio la bandera de su país, me dije para mis adentros, “cualquier cosa que esta atleta haga para festejar es válido”, pues es la mancha blanca entre las primeras 8 atletas. En la cuarta posición entra la Keniana Flomena Cheyech, lucia disgustada y cansada, pues perdió la posibilidad de estar en el Podio por tan solo 9 segundos, que a simple vista parece poco, pero cuando esos 9 segundos han estado precedidos de 42 kilómetros de competencia, son realmente una eternidad. El quinto lugar fue especial, no por su resultado, sino por su celebración. Fue la única atleta que al cruzar la línea se puso de rodillas y por unos cuantos minutos, miro al cielo y elevo una oración a Dios. Este hecho me sorprendió y conmovió mi corazón.
Lo que vino después fue una seguidilla de
llegada de atletas de diferentes nacionalidades, colores y razas. Como hecho
especial para destacar es que un significativo numero de participantes cayo al
piso apenas cruzo la línea. Fue para nosotros una sorpresa ver como circulaban
sillas de ruedas y paramédicos transportando atletas desmayadas hacia el punto
de atención médica. Esto lo que significa es que hay mucha diferencia de las imágenes
que uno percibe por TV en las grandes carreras de fondo donde solo muestran la
llegada triunfal de lo que pareciera ser super humanos que no se cansan, pero
la realidad es que estos héroes van mas allá de sus limites y son seres humanos
normales, con la única diferencia de que han sacrificado parte de sus vidas a
formar y desarrollar su potencial mas allá de las condiciones normales.
De esa manera, viví lo que fuese una de las
mejores experiencias de mi vida. Tener la oportunidad de tener al frente las
mejores maratonistas del mundo, es que como si a un niño le dieran el juguete
de sus sueños.
Y colorin-colorado, este cuento se ha
terminado.
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